domingo, 8 de febrero de 2009

Una noche en vela

No podía dejar de ver su rostro y eso lo estaba desesperando. Daba igual si mantenía los ojos abiertos o cerrados, ella se paseaba por su mente atormentándolo día y noche, sin apenas dejar espacio para algún otro pensamiento.


Durante los cinco largos años que pasaron él y Much en Tierra Santa, su recuerdo fue el único capaz de ahuyentar las crueldades de la guerra el tiempo suficiente para poder seguir avanzando sin desmoronarse.


Su vuelta solo había conseguido que las leves esperanzas que lo mantuvieron con vida esos cinco años resurgieran con más fuerzas, si eso era posible, manteniéndolo en noches como estas en vela mientras que su mente sufría las más crueles ensoñaciones.


No podía definirlas de otra forma, sus sueños sobre una vida juntos en Locksley, de formar con ella su propia familia, le recordaban una y otra vez las graves consecuencias de su decisión. Nunca hubiese imaginado que seguir al rey hasta el otro lado del mundo podría desencadenar tantas desgracias a tantas personas.


Hacía un par de noches que había dejado de hacer guardias por la noche. El sheriff había desistido de encontrarlos en pleno bosque, por ahora, y las trampas y alarmas de Will los avisarían si alguien se acercaba demasiado al campamento. Se levantó de entre las mantas y observó que todos seguían durmiendo alrededor de la pequeña hoguera, por lo que tomó una decisión, aun quedaban unas tres horas para que amaneciera, tiempo suficiente para ir y volver de Knighton Hall y volver. Lo único que necesitaba era verla, con eso se conformaba por ahora.


Subir hasta su habitación fue sencillo, ya de niño lo hizo un millón de veces. La luz de la luna llena que entraba por la ventana era suficiente para iluminar el cuarto. Por una vez en su vida agradeció que los doseles de la cama no estuviesen corridos, lo que le permitía observarla sin riesgo a despertarla de su dulce sueño.


Se pasó cerca de una hora observándola dormir, sintiendo que su corazón se llenaba de paz a su lado, por lo que maldijo las primeras luces del alba que indicaban que era el momento de volver al campamento.


Al poco después de marcharse, Marian despertó. No tenía muy claro que es lo que había soñado, pero algo le decía que cierto forajido se había vuelto a meter en ellos. No fue hasta cuando se deslizó de la cama cuando la sintió, había una flecha justo al lado de ella.


Al principio creyó que se le podría haber caído cuando volvió de su ronda el vigilante nocturno, pero solo le bastó echarle un vistazo a las plumas con un poco más de luz para no poder evitar sonreir como una enamoradiza durante todo el día.

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