jueves, 9 de junio de 2011

A salvo y segura

Se estaba volviendo una costumbre el despertar rodeada por los brazos de Tyler Lockwood.

El sacrificio provocó un antes y un después en su vida y en todos aquellos que la rodeaban. Elena vivía obsesionada con recuperar a Stefan como una vía para no pensar en todas aquellas personas que había perdido ya, obsesión que compartía con Damon, lo que había provocado que estuviesen más unidos que nunca. Bonnie debía luchar por la atención de Jeremy con dos fantasmagóricas ex-novias ahora que tenía más claro que nunca que Jeremy era el amor de su vida y no podría sobrevivir sin él. Matt, desde aquella fatídica noche, había aprovechado todos sus sentidos vampíricos para no cruzarse con él. No estaba muy segura aún sobre cómo se debía sentir, por un lado sentía su pérdida pero por otro se sentía usada, engañada por aquella persona que supuestamente debía amarla y no desear su muerte. Y no empezaría a hablar de su madre…

En medio de toda esto, Caroline sólo tenía un lugar donde agarrarse para no ser engullida por la oscuridad de la desolación. Tyler se convirtió en su faro, el único capaz de hacerla sentir viva y feliz de nuevo, por muy mal que fuesen las cosas. Cuando estaba cansada de las miradas recelosas de su madre, el corazón se le partía al observar a Damon y a Elena buscar desesperadamente a Stefan o sufría pesadillas por el regreso de Klaus, Caroline se dirigía en busca de Tyler.

Si ya había caído la noche, accedía a la habitación de Tyler por la ventana del balcón de su dormitorio que el siempre dejaba abierta para ella. A veces, lo encontraba en su escritorio navegando por Internet o dibujando, otras, lo podía encontrar realizando flexiones sobre la barra que tenía colgada sobre la puerta de baño y otras, como anoche, medio dormido en su cama.

Nada más verla, levantó las sábanas que lo cubrían y le hizo un gesto para que se tumbara a su lado. Caroline se quitó los zapatos y los vaqueros que llevaba y se acurrucó junto a él, que la rodeó con un brazo mientras le susurraba:

- Duerme, estás a salvo. No dejaré que nada malo te suceda.

Y era cierto, se sentía a salvo y segura, y en pocos minutos dejó que el sueño la venciera.

Amenaza

En su mente sólo tenía cabida un pensamiento: acabar con la amenaza.

- ¿Tyler?, soy yo, Caroline

No hacía falta que lo dijera con palabras, el era consciente de su presencia y, por ello, todo su interés era acabar con la amenaza que podía poner fin a su vida. Todo su mundo se limitaba al hecho de que debía de quitarle el rifle a Matt de cualquier forma que fuese necesaria antes de que lo usase contra ella.

Miró fijamente la puerta por unos instantes y saltó hacia su objetivo, pero la puerta resistió su enviste, dejándolo momentáneamente aturdido por el golpe. Caroline volvía a hablarle como si se pudiese olvidar por algún instante de que ella estaba al otro lado de la puerta encerrada con la amenaza.

Matt apuntó el rifle hacia su posición, provocando que Caroline se girase hacia Matt para evitar que disparase hacia él, dejando desatendida la puerta por unos segundos, segundos que él aprovechó para volver abalanzarse sobre la puerta y atrapar el rifle con la boca, lanzándolo lo más lejos posible.

Un incesante gruñido rugía desde lo más profundo de su garganta y sus ojos no perdieron de vista a la amenaza, valorando si seguía siendo peligrosa una vez desarmado, mientras que giraba su cuerpo para colocarse entre Matt y Caroline.

- Shh, Tyler, estoy bien. No sucede nada malo… - la voz de Caroline llegaba a sus oídos a la vez que sentía su mano fría acariciándole el lomo.

Tyler se limitó a agacharse sobre la fría piedra, cerca de Caroline, sin quitar la vista de Matt y gruñendo cuando hacía el más mínimo movimiento, a la espera de que la luna llena se ponga.

Ahora si

Tyler se despertó de un sobresalto llevándose una mano al corazón en un intento de calmar su ritmo errático y tranquilizar su respiración. Era una pesadilla, sólo una pesadilla, se repetía una y otra vez, pero algo dentro de él se negaba a abandonar la última imagen de su cabeza del cuerpo de Caroline encerrado en una jaula agujereado por lo que parecían cientos de pequeñas heridas por donde la sangre abandonaba su cuerpo.

Un deseo irracional lo invadió, tenía que verla, comprobar que se encontraba bien con sus propios ojos. Salió de su habitación saltando hábilmente por la ventana y, por una vez, se alegró de que la luna lleva estuviese cerca ya que le ahorraría tener que sacar su choche del garaje.
En lo que parecieron horas, pero no llegaron a ser más que minutos, Tyler llegó por fin a la casa de Caroline. El coche de la sheriff estaba aparcado fuera, por lo que no podría entrar por la puerta principal como las veces anteriores, pero eso no era un problema ya que, incluso sin sus habilidades de licántropo, trepar hacia la ventana del dormitorio de Caroline era pan comido, como demostró al acceder a ella apenas sin esfuerzo con la ayuda del árbol cercano.

Incluso antes de escucharlo, Caroline sintió la esencia de Tyler, un olor que traía a su mente bosques profundos y salvajes, despertándola de un sueño poco profundo.

- ¡Hey! ¿estás bien? – le preguntó preocupada mientras que se elevaba parcialmente de la cama.
- Ahora sí – respondió Tyler al verla.

viernes, 29 de abril de 2011

Primera elección

No debería estar sorprendida, después de todo, ya habría debido aprender la lección: todas las personas a las que amaba acababan marchándose antes o después. El destino parecía decirle una y otra vez que aún no era lo suficientemente buena para que las personas que amaba se quedasen a su lado. Caroline pensó con ironía que hasta sus propios padres, quienes supuestamente estaban predeterminados biológicamente a quererla, la habían abandonado.

Vale, cualquiera podría pensar que era una melodramática (lo que podía ser cierto en ocasiones) y que no era ni será la única persona con padres divorciados, pero, seamos realistas, su padre prefirió irse a vivir a kilómetros de distancia de ella con su nuevo novio y la familia de éste y, su madre, vivía por y para su trabajo y, las pocas veces que coincidían en casa, apenas le dirigía la palabra, por no decir que ni si quiera tenía ni el más mínimo interés sobre si había comido caliente esa semana o cómo le iba en el instituto.

Cualquier otra persona podría pensar, en modo de consuelo, que, al menos, aún tenía amigos que se preocupaban por ella y con los que podía contar incondicionalmente. Pero, tenía suerte si la consideraban la segunda o la tercera mejor opción.

Elena y Bonnie siempre había compartido una sintonía especial que ella no alcanzaba a comprender del todo, al nunca haberla experimentado, pero que se traducía, tanto en Elena como en Bonnie, de que, en caso de necesidad, siempre se elegirían la una a la otra por encima de ella. Caroline era la amiga para irse de fiesta y pasarlo bien, no para hablar sobre temas muy personales.

Con los chicos tampoco ha tenido mucha mejor suerte. Vale, es verdad que ha salido con muchos, pero ninguno le ha durado más de una semana y, los que lo han hecho, han sido porque no podían tener a Elena, y se quedaron con ella como premio de consolación, como fue el caso de Damon y Matt.

Pero por alguna extraña razón del destino, su mundo se puso de patas arriba durante un tiempo, tiempo en el que cambió para siempre, unas palabras que cobraban un nuevo significado y a las que debía de acostumbrarse.

Una vez que había asumido sus nuevas condiciones de vida con la ayuda de Stefan, quien actuaba, sin duda, para evitar que Elena se sintiese aún más culpable por su nueva naturaleza de vampira, y de apreciar brevemente lo que suponía tener una madre que la amase incondicionalmente, pasó algo inesperado en sus 17 años de vida: alguien la necesitaba a ella. Se había convertido en la primera elección de una persona.

Ella apenas había sido consciente de la forma tan profunda en la que Tyler se había metido en su vida hasta que, como el resto, acabó abandonándola cuando más lo necesitaba.
Es cierto que ella lo había decepcionado a él con anterioridad al ocultarle toda la verdad sobre el mundo sobrenatural de Mystic Falls, especialmente, sobre la muerte de su tío. Vale que ni Stefan ni Damos le habían dejado muchas opciones pero, egoístamente, pensó que le si le contaba la verdad podría perderle, podría perder ese pequeño universo personal donde sólo se encontraban ellos dos y no podía ser abandonada por otra persona.

Por unos momentos, se dejó llevar por la sensación de ser necesitada y apreciada por otra persona por lo que realmente era, sin necesidad de acallar partes de sí misma o esforzarse en ser perfecta.

No obstante, se merecía al menos un adiós y una explicación de porqué la había abandonado cuando más lo necesitaba, lo que, si era sincera, le dolía más que el hecho de que dudara en sacarla de aquella asquerosa jaula (Dios, ella misma debía de pedir disculpas a más de una persona después de dejarse influenciar por Katherine).

Pero él la había abandonado sin darle la oportunidad de arreglar las cosas, los errores que ambos habían cometido, lo que se suponía que debían de hacer los verdaderos amigos. Sin embargo, no se había dejado llevar por esos pensamientos que no iban a ningún sitio, Se había vuelto a colocar su máscara de perfección y había intentado por todos los medios de que su vida fuese aún mejor que cuando Tyler se encontraba en ella, y, para ello, el paso más importante era recuperar a Matt.

Pero el destino era caprichoso en Mystic Falls, y se habían vuelto a encontrar de forma inesperada en el parking del hospital cuando todo empezaba a ir sobre ruedas en su relación con Matt. Dios, sí su corazón siguiese siendo humano, seguramente hubiesen tenido que hacerle un RCP allí mismo.

Por alguna extraña razón, el tiempo pasado fuera le había sentado excepcionalmente bien. Tenía un aura de seguridad y confianza en sí mismo que no había poseído nunca. No obstante, apreciar ese hecho la había puesto ponerse a la defensiva ¿cómo tenía el descaro de abandonarla y volver mucho mejor que antes cuando ella se había quedado devastada tras su marcha? Y lo que era aún peor, ¿cómo se atrevía a abandonarla de nuevo cuando apenas lo había visto? Sin darle una explicación…

Pero sin duda, era uno de esos días en los que no deberías levantarte de la cama ya que tras un ensordecedor dolor de cabeza había vuelto a recuperar la consciencia en la tumba de debajo de la vieja iglesia, encadenada frente a Tyler. Un frio paralizante recorrió su espina dorsal cuando su cabeza fue capaz de sumar dos más dos y comprender el hecho de que ambos eran prisioneros de Klaus y lo que eso suponía para la futura supervivencia de ambos.
Una vez que puso al día a Tyler sobre quien era Klaus y la finalidad del sacrificio y el papel que ambos iban a representar en él, Caroline respiró profundo y decidió que, por una vez en su vida (que parecía que no iba a ser muy larga), no iba a dejar pasar la oportunidad de saber la verdad, de saber que tenía de malo para que la gente la abandonara una y otra vez sin darle una segunda oportunidad.

Y, por un momento, pudo verse a sí misma en Tyler, el mismo miedo de no ser lo suficientemente bueno para las personas que amas y el temer de que, por ello, ellas re abandonen. Caroline luchaba contra ese sentimiento exigiéndose a sí misma ser perfecta para que nadie tuviese nada que criticarle, Tyler, por su parte, hizo todo lo que pudo para que las personas tuviesen verdaderos motivos para abandonarle y, cuando esto no servía, prefería marcharse antes de luchar.

Y, tras ese fugaz momento, Caroline dejó salir todos sus miedos y saboreó el sentimiento de sentirse amada por alguien de forma incondicional.

lunes, 27 de abril de 2009

enlace para Aline

Este enlace es para poder leer el fic inconcluso de Aline con mayor facilidad

http://slasheaven.com/viewstory.php?action=printable&textsize=0&sid=26328&chapter=all

Padre e Hijo ... o de cómo Robin coge el arco por primera vez

Robin saltaba feliz alrededor del salón. Su padre la había prometido que cuando volviese a Locksley le enseñaría a usar el arco para que pudiese acompañarlo la próxima vez que fuese de caza.

Su nana, en un intento de contener tanta energía infantil, casi se había desgañitado la garganta pidiéndole que se mantuviera quieto mientras a que su padre bajara de sus aposentos para la primera comida del día, e incapaz de conseguir sus objetivos, le había informado que una nueva camada de perritos había nacido cerca de los establos, hecho que llamó la atención enseguida del niño, quien antes de irse, le hizo jurar a su nana que le informaría a su padre donde se encontraba en cuanto bajara.

Su padre lo encontró observando con curiosidad infantil como los pequeños cachorrillos se peleaban entre ellos medio ciegos en un intento de conseguir alimento. Estaba apunto de llamar su atención cuando observó cómo tomó a uno de los cachorros que, empujado por sus hermanos, se había separado del cuerpo de su madre y movía su cabeza hacia los lados en busca de su objetivo perdido, para acercarlo de nuevo con el resto con sumo cuidado, consciente de que un mal movimiento podría dañar al animal.

Robin sonrió feliz al comprobar que el perrito había comenzado a succionar cuando levantó su cabeza y pudo comprobar que su padre lo esperaba a las puertas del establo, por lo que se dirigió hacia él con una rápida carrera que acabó cuando chocó con el cuerpo de su padre.

- ¿Listo para tu primera lección? – le preguntó su padre mientras que se agachaba a su altura y le revolvía el pelo como muestra de cariño.

El niño asintió con un movimiento demasiado efusivo de su cabeza.

Siguió a su padre hasta el patio de armas mientras que correteaba impaciente a su alrededor y tiraba de su brazo para que fuese más aprisa. El armero de su padre los esperaba en el patio mientras que sostenía un pequeño arco, comparado con lo que los que su padre solía utilizar, y un carcaj a juego en tamaño.

Unos días antes, cuando su padre le había hecho la promesa antes de marcharse, Gilbert, que así se llamaba el armero, le había tomado medidas, ocasionándole a menudo pequeñas cosquillas, cuando pasaba el cordel alrededor de su cuerpo; mientras que él y su padre discutían sobre cuales serían las medidas correctas para el arco.

Con curiosidad infantil pasó sus manos por la madera del arco, sorprendiéndose por la suavidad de la madera, muy distinta de sus espadas de madera que se astillaban con los golpes.

Su padre tomó el arco entre sus manos para comenzar con la primera lección: aprender a encordarlo. No era una tarea sencilla. Hacía falta más fuerza de la que podía poseer un niño de 5 años para poder doblar la madera lo suficiente para que tomara la curva y tensión adecuada, por lo que la primera lección se quedó en teórica con la firme promesa de que ensayaría como encordarlo sólo con la presencia de su padre o de Gilbert.

Con el arco encordado, Robin lo pasó entre sus manos, acostumbrándose a su peso y forma, como había visto que solía hacer su padre cuando Gilbert le entregaba algún arma por primera vez. Tomó una de las flechas del carcaj, los colores de las plumas eran de un color verde oscuro con pequeñas manchitas de color marrón y la punta de la flecha estaba protegida para evitar que hiciera daño a alguien si se desviaba de su destino.

Casi de forma natural, gracias a que había observado ávidamente los entrenamientos de los arqueros, tomo la misma posición que éstos al disparar, colocando correctamente la flecha entre sus dedos, siendo corregida la posición de su codo levemente por su padre.

- Ahora respira tranquilo. No tengas prisas por tirar. Olvídate de todo lo que te rodea, solo mira a la diana – le habló su padre mientras que se colocaba a su altura para poder tener la misma perspectiva de visión que él.

Robin sintió como si algún liquido caliente recorriese su cuerpo por dentro y cómo los latidos de su corazón se aceleraban, pero al mismo tiempo, no le constó esfuerzo ninguno centrar su atención en la diana que se encontraba al final del patio, podía distinguir claramente los colores que la componían, como si en vez de encontrarse a metros de distancia estuviese al alcance de su mano. De forma instintiva, movió ligeramente su posición y dejó soltar la flecha.

Apenas fue consciente del leve susurro que provocó la flecha al pasar por el aire. Sólo vio la cara de sorpresa de su progenitor cuando comprobó que la flecha se había clavado justo en el centro de la diana.

- ¿Lo hice bien? – preguntó Robin deseoso de que su padre lo elogiara.

- Ha sido un buen tiro. Sigue así y no habrá nadie en Inglaterra que pueda competir contigo – le contestó su padre mientras le volvía a revolver el cabello - ¿éstas listo para seguir practicando?

Lluvia

Hacía siglos que no lograban escaparse de sus respectivas obligaciones el tiempo suficiente para acudir a su lugar secreto, como le gustaba denominarlo a pensar en el pequeño prado que había sido testigo de su camarería durante años.

Tras disfrutar de un delicioso pastel que habían tomado “prestado” del alfeizar de la ventana de la cocina, habían pasado el tiempo charlando de asuntos sin importancia, disfrutando solamente de la compañía del otro, tan concentrados que no fueron conscientes de cómo el cielo se fue ensombreciendo y el aire comenzaba a tomar un olor a humedad.

Las primeras gotas de lluvia cayeron sobre sus rostros, arrastrándolos cruelmente a la realidad en la que vivían. Pero Marian estaba poco dispuesta a concluir su pequeña escapada y volver a la mansión.

Robin observó atónito como Marian comenzó a dar vueltas sobre si misma, con la cabeza hacía atrás, disfrutando de la suave lluvia de verano que caía sobre ella. Sus pequeños y blanquecinos pies danzaban sobre el pasto mojado mientras que canturreaba entre dientes una antigua melodía. Durante unos de los giros, su cuerpo ni aguantó más vueltas y calló al suelo de forma suave. Pero aun así consiguió asustarlo lo suficiente para acudir en su ayuda al ver que no se levantaba inmediatamente.

- Marian ¿estás bien? – Robin preguntó mientras se arrodillaba junto a ella.

La suave risa que oyó podría competir con las mismísimas ninfas que inundaban los bosques que los rodeaban. Toda ella parecía brillar, como si hubiese tomado prestado el brillo del sol mientras se encontraba oculto tras las nubes. La intensidad de su mirada le confundió durante unos largos instantes; estaba seguro que esos ojos podrían ver lo más profundo de su alma si ella quisiese hacerlo.

La felicidad recorría su cuerpo consiguiendo que fuese más consciente de todo lo que la rodeaba, incluso del leve movimiento que provocó Robin al arrodillarse junto a ella. Desde esa distancia pudo comprobar que los ojos de Robin no eran simplemente verdes, sino que poseían toda una amplia gama de verdes y marrones. En un intento de distinguirlos mejor, se apoyo sobre su codo para poder verlos más cerca. Sintió sus labios resecos, pese a que el agua de lluvia la empapaba por completo, por lo que se los humedeció pasando tímidamente su lengua por ellos.

El leve movimiento de la lengua de Marian centró su atención sobre sus sonrosados labios, preguntándose si serán tan suaves como parecían. Apenas fue consciente de que su rostro se acercaba cada vez más al de ella, sólo apenas unos centímetros separaban sus labios de los suyos…

- ¡Marian! ¡Marian! – la voz sonaba cerca, demasiado cerca, alejando a ambos del hechizo en el que estaban inmersos.

Robin se levantó y corrió rápidamente a ocultarse tras los árboles. No pensaba comprobar en cuantos problemas podrían meterse si los encontraban a ambos en esos instantes.Marian dirigió una última mirada hacía donde había desaparecido Robin, consciente de que la estaba observando entre las sombras, y se dirigió con paso decidido hacía el origen de la voz antes de que llegase por error a su lugar secreto.