lunes, 27 de abril de 2009

Lluvia

Hacía siglos que no lograban escaparse de sus respectivas obligaciones el tiempo suficiente para acudir a su lugar secreto, como le gustaba denominarlo a pensar en el pequeño prado que había sido testigo de su camarería durante años.

Tras disfrutar de un delicioso pastel que habían tomado “prestado” del alfeizar de la ventana de la cocina, habían pasado el tiempo charlando de asuntos sin importancia, disfrutando solamente de la compañía del otro, tan concentrados que no fueron conscientes de cómo el cielo se fue ensombreciendo y el aire comenzaba a tomar un olor a humedad.

Las primeras gotas de lluvia cayeron sobre sus rostros, arrastrándolos cruelmente a la realidad en la que vivían. Pero Marian estaba poco dispuesta a concluir su pequeña escapada y volver a la mansión.

Robin observó atónito como Marian comenzó a dar vueltas sobre si misma, con la cabeza hacía atrás, disfrutando de la suave lluvia de verano que caía sobre ella. Sus pequeños y blanquecinos pies danzaban sobre el pasto mojado mientras que canturreaba entre dientes una antigua melodía. Durante unos de los giros, su cuerpo ni aguantó más vueltas y calló al suelo de forma suave. Pero aun así consiguió asustarlo lo suficiente para acudir en su ayuda al ver que no se levantaba inmediatamente.

- Marian ¿estás bien? – Robin preguntó mientras se arrodillaba junto a ella.

La suave risa que oyó podría competir con las mismísimas ninfas que inundaban los bosques que los rodeaban. Toda ella parecía brillar, como si hubiese tomado prestado el brillo del sol mientras se encontraba oculto tras las nubes. La intensidad de su mirada le confundió durante unos largos instantes; estaba seguro que esos ojos podrían ver lo más profundo de su alma si ella quisiese hacerlo.

La felicidad recorría su cuerpo consiguiendo que fuese más consciente de todo lo que la rodeaba, incluso del leve movimiento que provocó Robin al arrodillarse junto a ella. Desde esa distancia pudo comprobar que los ojos de Robin no eran simplemente verdes, sino que poseían toda una amplia gama de verdes y marrones. En un intento de distinguirlos mejor, se apoyo sobre su codo para poder verlos más cerca. Sintió sus labios resecos, pese a que el agua de lluvia la empapaba por completo, por lo que se los humedeció pasando tímidamente su lengua por ellos.

El leve movimiento de la lengua de Marian centró su atención sobre sus sonrosados labios, preguntándose si serán tan suaves como parecían. Apenas fue consciente de que su rostro se acercaba cada vez más al de ella, sólo apenas unos centímetros separaban sus labios de los suyos…

- ¡Marian! ¡Marian! – la voz sonaba cerca, demasiado cerca, alejando a ambos del hechizo en el que estaban inmersos.

Robin se levantó y corrió rápidamente a ocultarse tras los árboles. No pensaba comprobar en cuantos problemas podrían meterse si los encontraban a ambos en esos instantes.Marian dirigió una última mirada hacía donde había desaparecido Robin, consciente de que la estaba observando entre las sombras, y se dirigió con paso decidido hacía el origen de la voz antes de que llegase por error a su lugar secreto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario